Proyecto de intervención urbana formado por piezas en técnica mixta sobre madera machihembrada, abandonadas al azar en espacios públicos. El gesto busca provocar una reflexión sobre la pérdida y la erosión de los lazos comunitarios en la vida contemporánea. Así como no hay coristas sin coro, el sujeto moderno queda a la deriva, sin el amparo colectivo que ofrecían las comunidades pre-capitalistas.
La palabra coro no es casual: sugiere una voz compartida, una presencia común, y resuena con cor, corazón en latín, símbolo tradicional de emoción y pertenencia. La obra entrelaza lo social y lo íntimo, y apunta a un deseo profundo de reconocimiento, conexión y cuidado.
Al situar estas presencias mudas en el paisaje urbano, el proyecto señala la ausencia: el hueco silencioso de aquello que ya no nos sostiene.
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