Fragmentos es una línea de trabajo aún en curso en el estudio. Una serie que habla de muchas cosas a la vez, en diálogo con el proyecto Pământeşti y también con inquietudes más recientes. Son piezas en las que el centro de interés está fuera de la composición: más que la figura en sí, lo que me importa es aquello que se escapa a la mirada del espectador. De ahí la ruptura violenta del encuadre, la tensión de lo representado.
Como en el mundo, la realidad es inaprensible. Y a veces, cuando presento estas obras y no quiero hablar de lo que realmente las inspiró, recurro a los mitos: el sueño de Ariadna, o la historia de Selene y Endimión. El primero revela un contexto en el que, a pesar de que la heroína ayuda al héroe (Teseo), es abandonada en una isla, y un sueño la envuelve hacia una nueva etapa vital. El segundo, el relato de Selene, diosa de la Luna, y Endimión, el pastor condenado al sueño eterno, me ha servido para expresar aspectos de mi propia historia: el suicidio de mi pareja, y yo misma, quedándome y escapando, como Selene, de una ausencia definitiva.
Representar —o no— el dolor y el sufrimiento es, para mí, una pregunta sin resolver. Elijo acercarme a la pintura con un sentido de responsabilidad hacia quien mira… y también con una cierta responsabilidad hacia mi yo futuro.

